Hoja Parroquial

Domingo 27 – A | Matar a Dios

Domingo, 8 de octubre del 2023

Matar a Dios

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La frase puede parecer rara, pero es una realidad. Cada día los periódicos y los noticieros nos traen noticias de muertes y asesinatos. Hace tiempo que el filósofo Nietzsche dio también la noticia de “La Muerte de Dios”. “Dios ha muerto”, es posible que cuando publicó la “Esquela” de la muerte de Dios muchos no le hubieran creído, sin embargo, el tiempo le ha ido dando la razón. No es que Dios muera de cáncer o de infarto o de un simple accidente. Dios, afirma Nietzsche, ha muerto porque “nosotros lo hemos matado, ¡vosotros y yo!”

Aquí hay demasiados responsables. Y todos, creo que andamos libres. Que sepa yo, no hay nadie en la cárcel por haber dado muerte a Dios. Ni tampoco nadie que esté enjuiciado.

¿Y por qué matamos a Dios negándolo y rechazándolo? Por el mismo motivo que los viñadores del Evangelio de hoy “mataron al hijo, al heredero”. “Lo matamos y nos quedamos con su herencia.”

Hoy no lo matamos por una viña, pero sí lo matamos porque queremos ser libres, sentirnos libres, hacer lo que nos da la gana. Dios y la religión hoy estorban, nos impiden esa autonomía absoluta que nos haga libres para poder hacer lo que nos viene en ganas.

La filosofía moderna ha visto una incompatibilidad entre la libertad humana y Dios, entre la realización humana del hombre y Dios. El Decálogo hoy nos parece una camisa de fuerza que nos impide ser libres en nuestros instintos, pasiones, intereses. Las normas del Evangelio se nos antojan como anticuadas y que no responden a la modernidad de nuestra libertad.

Lo que sucede es que cuando matamos a Dios estamos matando igualmente al hombre porque cuando el hombre prescinde de Dios, el hombre queda a merced de los demás hombres, a merced de los intereses personales, políticos e incluso religiosos. Nos olvidamos de que “antes muere el que mata que el que muere” porque el que mata con fusil o pistola, ya está él muerto en su corazón.

Cuando matamos a Dios para hacernos dueños absolutos de nuestra libertad, terminamos todos en un libertinaje.

Cuando matamos a Dios para hacernos dueños de nuestra vida, terminamos viviendo como animales.

Cuando matamos a Dios para hacer de nuestra vida lo que nos viene en gana, terminamos por vivir una vida sin meta y sin sentido.

Cada uno es testigo de esa muerte de Dios en su corazón y las razones de haberle dado muerte. Pensemos si Dios nos estorba o no en nuestra vida diaria, para hacer lo que se nos antoja, pero también es posible que los que han matado y le siguen matando en nuestra cultura no sean los únicos responsables. Hasta puede que estén matando más al Dios que nosotros les hemos enseñado que al verdadero Dios.

Creadores de dioses

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El hombre tiene una gran facilidad para matar a Dios en su vida y en la vida de la sociedad, pero a la vez tiene una gran facilidad para crear “dioses”. Eso lo estamos viendo. Sacamos a Dios, con mayúscula, de nuestro camino, pero no podemos vivir sin Él y entonces nos dedicamos a hacer suplementos, “pequeños dioses”.

El dios de la ciencia y la técnica. Ahora pensamos que todo se puede explicar a través de la ciencia y la técnica. Al final, el hombre crea la máquina y la máquina crea hombres máquinas.

El dios de la libertad. Nunca se ha hablado tanto de la libertad, pero todo se queda en palabras. Al final de todo quedamos esclavos de la misma libertad, que es el nuevo dios de los jóvenes y también de los otros. Una libertad que termina haciéndonos esclavos los unos de los otros y esclavos del libertinaje.

El dios del sexo. Un Dios que hoy nos hemos fabricado. Sin sexo no hay vida. Luego nos damos cuenta de que hemos perdido el verdadero sentido del sexo y caemos en pura biología. Una sexualidad puramente hormonal con las consiguientes consecuencias: madres solteras, hijos sin padres, matrimonios rotos, mujeres esclavizadas.

El dios de los ídolos. Hemos destruido la divinidad de Dios, pero hemos divinizado a infinidad de personajes del espectáculo. Dios ya no causa delirio, pero ciertos personajes son fuente un verdadero histerismo colectivo de adolescente y no tan adolescentes.

El dios del cuerpo. Un cuerpo sin alma. Un cuerpo hecho de curvas o de músculos, pero materia sin espíritu. Ahora, con eso de la cirugía estética, cuerpos de puro engaño.

Es que el hombre no puede vivir sin “Dios” y si no lo tiene, necesita crearlo él mismo. Ya no es el hombre el creado por Dios, sino que la historia se revierte, ahora es el hombre que fabrica dioses. Así es la vida.

Nietzsche asustado

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El autor de la “muerte de Dios”, F. Nierzsche, en su obra “La Gaya ciencia” escribe asustado: “¿Dónde está Dios? Yo os lo voy a decir, ¡Nosotros lo hemos matado, vosotros y yo! ¡Todos somos sus asesinos! Pero, ¿cómo hemos podido hacer eso?… ¿Qué hemos hecho al contar la cadena que unía esta tierra al sol? ¿Hacia dónde se dirige ahora? ¿Adónde nos dirigimos nosotros?”.

Fue consciente de que se puede matar a Dios, pero luego su conciencia se asusta y se pregunta: ¿Y sin Dios a dónde vamos a ir? Si apagamos el faro, ¿hacía dónde remarán los marineros? Sin el norte, ¿para qué queremos la brújula? Si ya carecemos de norte la brújula sólo servirá de un recuerdo y de un adorno, será algo inútil.

Podemos negar a Dios. Podemos prescindir de Él. Podemos construir una familia sin Dios, pero ¿y ahora hacia donde enrumbar la familia?

Podemos suprimir a Dios en la sociedad, pero ¿hacia dónde caminará la sociedad? Podemos suprimir a Dios en la vida social, esto se puede hacer, opero ¿cómo ordenar ahora estas relaciones? ¿Cuándo suprimimos las metas, hacia dónde caminamos? Podemos quebrarnos el espinazo, pero luego no nos quejemos de que necesitamos silla de ruedas. Podemos rompernos las piernas, claro que luego tendremos que llevar muletas. Podemos apagar la luz. Pero ¿por qué nos quejamos luego de los tropezones que nos damos?

Acepta a los demás

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  • Acepta a los demás como ellos son, no como tú quisieras que sean. Cuando los aceptas como tú los quieres no los aceptas a ellos. Cada persona necesita ser aceptada como es, como Dios nos acepta a todos. ¿Crees que tú eres como Dios quisiera que fueses? Si Dios esperase a amarte para cuando seamos como Él quiere, no nos amaría nunca.
  • Acepta a los demás como son, aunque piensen diferente a ti. Su modo de pensar distinto te enriquece y te obliga a cuestionar tu propio modo de pensar. Prefiere a los que piensan de otro modo a aquellos que siempre dicen amén a todo lo que tú dices.
  • Acepta a los demás como son, aunque actúe de modo diferente al tuyo, aquello significa una riqueza para ti. Te hacen ver que en la vida hay muchos estilos y muchas maneras de hacer las cosas y que tú no tienes la exclusiva.
  • Acepta a los demás como son, aunque no te sean siempre tan simpáticos. ¿Sabes a cuántos les caes antipático tú mismo? Pero el respeto y el amor por los demás ha de estar siempre por encima de nuestras simpatías o antipatías. Además, no olvides que Dios también ama a los antipáticos. Hasta ellos le caen bien.

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