Hoja Parroquial

Domingo 26 – B | “No es de los nuestros”. | IQC2021

Domingo, 26 de setiembre del 2021

Porque no es de los nuestros

Iglesia abierta

Hay un fenómeno que no podemos negar. Está ahí. Negarlo es no querer verlo. Disimularlo es no querer afrontarlo. La religión une y también divide. Resulta realmente extraño, pero es así: Dios une y divide. Dios nos hace hermanos y amigos y también enemigos. Este fenómeno se da entre las distintas religiones entre sí y se da también al interior de cada religión.

Nadie pone en duda de que la Iglesia es “sacramento de comunión”, por tanto, de integración de todos. Sin embargo, la Iglesia aparece con frecuencia confrontada con otras Iglesias. Todas las Iglesias con el mismo Evangelio en la mano y todas dividas entre sí. Todas hablando de Dios y todas divididas queriendo ser fieles a Dios.

¿Y qué pasa al interior de la Iglesia? Algo que les sucedió también a los discípulos: no permitir que los “demás echen demonios en nombre de Jesús”. “Impedir que los demás puedan anunciar la salvación al mundo”. “Impedir” que los demás puedan triunfar en la Iglesia y en el mundo. ¿Razones? Las mismas de los discípulos “no es de los nuestros”.

Con frecuencia, pesa más el “ser de nuestro grupo” a el ser de la Iglesia. Pesa más el “ser de los nuestros” a ser seguidores de Jesús. También dentro de la Iglesia se dan estas tristes realidades de miopías eclesiales y espirituales. Es posible que hoy el “no ser de los nuestros” tenga una traducción diferente, pero igualmente peligrosa.

“Aquellos son demasiado tradicionales”. “Estos son demasiado progresistas”. “Aquellos son unos espiritualistas”. “Estos otros son de tendencia comunista”. Todos esos clasismos se dan también hoy en la Iglesia. Clasismos que hacen que cada grupo se sienta encerrado sobre sí mismo, y se cierre al resto de grupos y movimientos. Es decir, cada uno acude al consabido: “no son de los nuestros”.

Una cosa es que cada grupo o movimiento viva con gozo y alegría su propio carisma, y otra cosa es convertir los diferentes carismas en elementos de desintegración interna de la Iglesia, como si la Iglesia fuese un gran queso que es preciso repartir en pedazos.

Necesitamos que Jesús nos diga también hoy a todos nosotros: “No se lo impidáis, porque quien hace milagros en mi nombre no puede luego hablar mal de mí”. No impidáis que surjan movimientos carismáticos distintos en la comunidad. No impidáis que cada movimiento viva su propia espiritualidad. No impidáis que la gracia de Dios se manifieste con diferentes rostros en la Iglesia y en el mundo. Ningún grupo es todo el Evangelio. Entre todos formamos el rostro de Jesús y el rostro de Dios, pero esto sólo es posible en la comunión y no en la exclusión.

¿Es cruel e inhumano el Evangelio?

Evangelio

“Si tu mano te hace caer, córtatela”. “Si tu pie te hace caer, córtalo”. “Si tu ojo te hace caer, sácatelo”. ¿No se le estará pasando la mano aquí a Jesús?  Es posible que estas frases puedan chocar hoy con nuestra sensibilidad y hasta las consideremos exageraciones de fanatismo religioso.

La verdad que aparte de que Jesús utiliza estos ejemplos para indicarnos que los valores del Reino y de la salvación son más importantes que nuestra mano, nuestro pie o nuestro ojo, tampoco veo por qué tanto escándalo, si esto lo estamos haciendo nosotros cada día.

¿Acaso los médicos no nos extirpan un pie para evitar que la gangrena invada toda la pierna? ¿Acaso no nos quitan un pedazo de pulmón para que no invada el resto? ¿Y no nos privan de distintos miembros cada día, precisamente para poder salvar el resto de nuestro cuerpo?

Si podemos renunciar a un pie por salvar nuestra pierna, ¿no podremos renunciar también a un pie para salvar nuestra vida eterna? ¿Acaso la vida temporal es más valiosa que la eterna? ¿Acaso la salud del cuerpo es más que la salud de nuestra alma?

No. No está hablando Jesús de un “cortarlo” materialmente. Lo que nos quiere hacer comprender es la distinta escala de valores y cómo frente a un valor superior tendríamos que sacrificar valores menos importantes.

El problema está en que todavía no hemos valorado adecuadamente los valores espirituales. Además, la historia de la Iglesia nos lo dice claramente: los mártires que sacrificaron sus vidas en la confesión de su fe, sacrificaron algo más que un pie o una mano o un ojo. Sacrificaron su vida porque comprendieron que la fidelidad al Evangelio estaba por encima de la vida misma.

La manía de estrechar fronteras

los caminos de Dios

Tenemos la manía de estrechar los caminos de Dios. Dios empeñado en abrir autopistas y nosotros llevándole la contra abriendo caminos lo más estrechos posible. Caminos por donde sólo nosotros podamos caminar. De alguna manera, vivimos una cierta manía de llevarle la contra a Dios:

Dios ama a buenos y malos, pero nosotros empeñados en que sólo ame a los buenos. Por ejemplo, a nosotros.

Dios empeñado en decirnos que quiere que todos los hombres se salven, pero nosotros insistimos en preguntarle, como aquel del Evangelio, “si serán pocos los que se salven”.

Dios empeñado en todos, por los misteriosos caminos de la gracia, lleguen a la salvación, pero nosotros seguimos encerrados en nuestros pequeños criterios de “sólo los nuestros”.

No importa que otros hagan el bien. No importa que otros sean justos y honestos. Si “no son de los nuestros” no valen. Lo cual revela que nuestro corazón está muy lejos del corazón de Dios. El nuestro es un corazón especialista más en marcar geografías que en derribar fronteras. Dios ha derribado infinidad de fronteras que dividen y separan: ya no habrá ni hombre ni mujer, ni griego ni judío, sino que todos serán invitados al banquete del Reino.

¿No sería preferible abrir nuestro corazón y ver todo el bien que se hace lejos de nosotros y por quienes no son de los nuestros? Sólo el egoísmo marca líneas divisorias. Líneas que el amor luego se encarga de borrar.

Dentro y fuera de la Iglesia

bondad en el mundo

No están lejanos los días en los que creíamos que sólo en la Iglesia se hacía el bien.
Y nos estamos dando cuenta de que también fuera de la Iglesia se hace mucho bien.

Muchos que no se sienten Iglesia; sin embargo, luego los vemos entregados a la causa de los débiles, los necesitamos.
Quienes no figuran como miembros de la Iglesia, consagran sus vidas a la causa de los adictos a la droga, los que son víctimas del Sida, los que consagran unos años de su vida al servicio de los marginados sociales. Luchan contra la pobreza. Luchan contra la droga. Luchan contra el Sida. Luchan contra la enfermedad.

Muchísimos de ellos no son practicantes en la Iglesia, no pertenecen expresamente a la institución, pero ¿estarán fuera de la Iglesia-salvación? Ciertamente que no.

Hasta es posible que muchos que nos creemos Iglesia, hagamos muchas cosas dentro de la Iglesia y nos olvidemos de todo lo que acontece al otro lado de la Iglesia.

Es curiosa la respuesta de Jesús: “todo el que os dé de beber un vaso de agua, porque seguís al Mesías… no se quedará sin recompensa”. Hay muchos que “no son de los nuestros”, “no son de nuestro grupo”; sin embargo, son capaces de darnos de beber, de comer, de vestir y nos hacen compañía en nuestras soledades.

Hay mucha bondad en el mundo que no lleva “etiqueta”. Hay mucha santidad que “no lleva etiqueta”. Y tenemos que aprender de ellos.  Hay muchos que luchan por una mayor justicia y por la paz en el mundo y no llevan “etiqueta alguna”. ¿Es que para ser buenos y hacer el bien basta la etiqueta?

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