Domingo, 28 de abril del 2024
El peligro de la esterilidad
No. No estamos ahora hablando de la esterilidad biológica de muchas mujeres o varones. No nos estamos refiriendo a esas parejas que quieren tener un hijo y no lo tienen por esas cosas de la naturaleza humana. Todos conocemos la cantidad de parejas que acuden a los llamados “Centros de fertilidad”, tratando de lograr una maternidad. Sería interesante saber cuánto se gasta hoy en el mundo tratando de lograr tener un hijo que la naturaleza de por sí se niega a regalarnos.
Esta vez, nos estamos refiriendo a otro tipo de infertilidad o esterilidad. Esa esterilidad de la que nos habla el Evangelio de hoy: “Sin mí nada podéis hacer”. Se trata de la esterilidad de muchos cristianos que creen hacer muchas cosas, pero que, en realidad, no dan verdaderos frutos de vida cristiana, sencillamente porque no viven unidos a su verdadera fuente que es Jesús.
Para dar verdaderos frutos de vida cristiana no es suficiente ser “buenos” así entre comillas. Es preciso que estemos unidos como los sarmientos al tronco que es la vid. Los sarmientos que se han desconectado del tronco de la vid terminan por secarse y, por tanto, en modo alguno darán los ricos racimos de uvas, son sarmientos secos.
Lo mismo les sucede a los cristianos, necesitamos ser sarmientos unidos a nuestro tronco que es Jesús. Sin esta unión con Cristo todo lo que hagamos será obra nuestra, pero carecerá de la verdadera vida que es Jesús. Muchos cristianos se creen buenos cristianos por lo que hacen, pero la verdadera esencia del cristiano está en vivir unido a Jesús, nuestro verdadero tronco. No hay cristianos sin Jesús.
Al fin y al cabo, ¿qué es un cristiano? No es el que cumple los mandamientos, aunque esto sea cosa buena. Cristiano es el que vive la misma vida de Jesús. El Evangelio de la “vid y los sarmientos” que leemos hoy en la Eucaristía repite nada menos que siete veces la frese “permanecer en Él”. Permanecer en Él es vivir unido a Él, es vivir de la misma savia de vida que corre a través de Jesús. Por eso el centro de la vida del cristiano es la experiencia de Jesús.
Se puede orar, pero estar desconectado de Jesús. Se puede ir a Misa, pero no estar unidos a Jesús. Se pueden hacer muchas cosas buenas, pero sin estar y permanecer unidos a Jesús. Así como la vid tiene sus raíces en la tierra y la savia corre por el tronco, y de esa savia viven los sarmientos, también Jesús es el tronco que hunde sus raíces en el corazón del Padre y a través de Él vivimos todos nosotros. No hay verdadera vida de la Iglesia si no es en la medida en que vive unida a Jesús. No hay verdadera vida en nosotros los cristianos si no es en la medida en que estamos unidos a Jesús. Jesús el centro y el eje, sin Él nuestras vidas son estériles, nuestra predicación es estéril y nuestro quehacer es cristianamente estéril.
Unidad y pluralidad
La parábola de la “vid y los sarmientos” es una bella imagen de la Iglesia. Jesús es la vid, Jesús es la Iglesia, pero en la vid hay el tronco que es el que da la vida y la consistencia y están los sarmientos, no como algo añadido desde fuera, sino como algo que brota del mismo tronco. El tronco forma unidad con sus sarmientos. Todos juntos hacen la vid, pero aunque el tronco es el mismo, los sarmientos son diferentes unos de otros. Unos más largos que otros, unos más fuertes que otros. Unos dan más racimos que otros, pero no por eso se pelean. No por eso se sienten incómodos los unos con los otros.
Bello símbolo de la Iglesia. Jesús es el tronco y nosotros los sarmientos que brotamos de Él. No somos añadiduras externas, sino que es la misma sabia interna la que hace brotar los sarmientos, también nosotros nacemos de la fuerza y vitalidad de Cristo en su Iglesia, también nosotros somos distintos, diferentes. No hay dos sarmientos iguales, tampoco hay dos cristianos iguales ni hay dos comunidades iguales. Unos dan más frutos de gracia y otros están más pobres. Pero ahí estamos todos.
La Iglesia no es una uniformidad, sino una pluralidad, una diversidad en la misma unidad de vida. En ella tenemos que saber aceptarnos los unos a los otros. A la hora de la vendimia se juntan todos los racimos y todos son un mismo vino. También en la Iglesia, al final, todos los racimos de santidad y gracia se unen y se funden en el mismo lagar de la caridad y juntos damos el mismo vino de la salvación y el mismo vino del compromiso misionero de la misma Iglesia. Cuando tomamos el vino, cada racimo no reclama lo que es suyo. Hay un solo vino. Tampoco nosotros reclamamos lo que hacemos porque todo se convierte en el mismo vino de una misma santidad y evangelización.
Verdades para no olvidar
Los focos no alumbran si no están conectados a la corriente.
Los cristianos tampoco alumbran desconectados de Cristo Luz.
Los grifos no dan agua si no están conectados al depósito del agua.
Los cristianos tampoco daremos vida si nos desconectamos de Cristo Vida.
El teléfono no da voz si está desconectado a una central.
El cristiano tampoco anuncia si está desconectado de Cristo Palabra.
“El sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vida, así tampoco vosotros, si no permanecéis en Mí”.
Nosotros no somos la vida.
Tenemos la vida que nos viene de Él.
Nosotros no somos la verdad.
Tenemos la verdad que nos viene de Él.
Nosotros no somos el amor.
Tenemos amor si vivimos unidos a Él.
La verdadera fecundidad del cristiano está en su unión con Jesús. Lo dice Él mismo: “El que permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada”.
La gran ventaja del cristiano es que nada nace de nosotros, todo nace en nosotros fruto de nuestra unión con Jesús. Y Él nunca se agota. Ni se agota su luz, ni su verdad, ni su vida, ni su amor. Unidos a Él siempre podemos iluminar, siempre podemos tener vida, siempre podremos amar. Jesús utiliza una frase mágica: “Permanecer en El”. No es cuestión de conectar con Él un ratito y luego desconectarnos. Debemos permanecer en Él y Él permanece en nosotros.
Señor…
Señor:
No me arranques de la vida que eres Tú.
Pero puedes podarme.
Poda en mí:
todo lo que me impide unirme a Ti.
todo lo que me impide vivir tu vida de gracia.
todo lo que me impide crecer espiritualmente.
todo lo que me impide dar frutos de Evangelio.
todo lo que me impide dar frutos en tu Iglesia.
todo lo que me impide ser buen esposo.
todo lo que me impide ser buena esposa.
todo lo que me impide ser buen padre.
todo lo que me impide ser buena madre.
todo lo que me impide vivir en la verdad.
todo lo que me impide vivir en la luz.
todo lo que me impide ser un buen ciudadano.
todo lo que me impide ser testigo de tu verdad.
todo lo que me impide ser puente para los demás.
todo lo que me impide perdonar al hermano.
todo lo que me impide amar a mi hermano.
todo lo que me impide ser SANTO.