Hoja Parroquial

Domingo 32 – C | Resurrección y encarnación

Domingo, 6 de noviembre del 2022

¿Resurrección o Encarnación?

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El problema del más allá siempre ha sido una preocupación para la razón humana. ¿Qué queda al otro lado? También en tiempos de Jesús vivían esa inquietud. Mientras los fariseos hablaban a la resurrección, otro grupo, el saduceo la negaba. Le plantean el problema a Jesús, pero lo hacen no porque estén interesados en saber la verdad, sino como una manera de complicarle la vida. Si afirmaba la resurrección se enemistaba con los saduceos, si la negaba se crearía problemas con los fariseos.

La pregunta era legítima. Preguntarnos por el más allá siempre será válido. Sólo que el problema estaba mal planteado. Los saduceos, que son quienes plantean la pregunta, lo hacen de una manera demasiado burda. Para ellos la resurrección era como un transferir esta vida terrena a un plano superior. La felicidad del más allá no era sino la felicidad de aquí abajo, pero aumentada. El más allá era el más acá, pero de otra manera.

De ahí que la respuesta de Jesús cambia de marco. El más allá no es una copia del más acá. Aquí somos hombres y mujeres, en el más allá seremos solo “hijos de Dios”.

Es posible que, de una manera muy sutil, aún nosotros hoy tengamos mucho de la visión saducea quienes decimos creer en la resurrección. Es posible que más de uno si le dicen que en el más allá no habrá bodas, lo piense dos veces. Si les dicen que allá no habrá enamorados, ni novios ni maridos y mujeres, decidan echarse atrás. El cielo no es el mundo un tanto mejorado.

La vida del más allá es una vida nueva, distinta, diferente. Es vida, vida. No es el tiempo mejorado, sino el tiempo transformado en eternidad. No es lo humano con ciertos arreglos, sino lo humano transformado por lo divino. No es la naturaleza, sino la gracia.

Dios no es el hombre llevado a la perfección. Al contrario, el hombre es una imagen y semejanza de Dios.

Hoy son muchos los que han tomado el camino de la reencarnación. Son los caminos de la razón que prescinden de la fe. Más que un regreso a nuestro pasado, Dios nos ofrece el camino de transformarnos como la semilla. Más que volver a ser grano, Dios nos ofrece el camino de ser tallo y espiga. La resurrección es la vocación de lo humano a ser divino, es la vocación del hombre de ser cada vez más Dios.

“Expertos en vida”

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Así calificaba San Pablo VI a los auditorios laicos que participaban en el Concilio Vaticano II. Ellos no eran los expertos en teología, pero sí los “expertos en vida”, eran los expertos en la realidad de la vida; y, por tanto, tan necesarios para la vivencia del Evangelio como los expertos en teología.

No es suficiente ser experto en una teología de escritorio o en una teología de este o aquel movimiento eclesial. Se necesitan también expertos en vida. Expertos en la realidad social, política y económica o familiar, y cultural. La teología que camina al margen de la vida termina siendo una teología que puede llenar nuestras mentes, pero sin capacidad de diálogo con la realidad.

Dios necesita de expertos en teología, pero también expertos en la vida. Una teología para la vida y una vida iluminada por la teología. De ahí que necesitamos escuchar más al Pueblo de Dios, necesitamos escuchar más a los laicos., necesitamos una Iglesia clerical, pero también una Iglesia laical. Si los sacerdotes no llegamos a ser ni el dos por cien de la Iglesia, ¿con qué derecho este dos por ciento tiene que imponer su pensamiento al noventa y ocho por cien a quien consideramos menos o, simplemente, no le escuchamos?

¿Acaso Dios no habla también a través de ellos? Tal vez nos imaginamos que lo que Dios quiere decir a través de ellos es menos importante y menos evangelio que lo nuestro.

“Dios voy a ayudarte”

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Es el grito de aquella mujer judía, Etti Hillesum, durante su permanencia en los campos de Auschwitz. No era precisamente el mejor momento para ofrecer ayuda a nadie. Sin embargo, siente que Dios la necesita para cambiar el mundo y cambiar el corazón humano, y que ella mientras espera su turno para los hornos crematorios, todavía tiene algo que ofrecer. Todavía puede ofrecerle una ayuda, ya que Dios no lo puede hacer todo solo, ella puede darle una ayudita.

Sentir que el mundo está mal. Sentir que los hombres caminan mal.
Sentir que uno mismo está siendo víctima de ese mundo y de esos hombres.
Y sentir que Dios la necesita. Y que ella todavía tiene mucho que ofrecerle a Dios. Le puede ofrecer una ayuda. ¡Maravillosa oración de cada día!

Señor, hoy te ofrezco mi ayuda para que en el mundo haya más amor.

Hoy te ofrezco mi ayuda para que haya más armonía entre los hombres.
Hoy te ofrezco mi ayuda para que haya más alegría en los hogares.
Hoy te ofrezco mi ayuda para que haya más esperanza en medio de tanto dolor.
Hoy te ofrezco mi ayuda para que haya más justicia en la vida.
Hoy te ofrezco mi ayuda para que haya más bondad en las familias.
Hoy te ofrezco mi ayuda para que hayas menos niños sin hogar.
Hoy te ofrezco mi ayuda para que haya menos niños pidiendo en las calles.
Hoy te ofrezco mi ayuda para que haya menos niños tristes.

Señor, yo no sabía que te podía ayudar en tantas cosas. No sabía que me necesitabas para tantas cosas. Hoy tiene que ser un día bonito porque a pesar de ser víctima de tantas cosas, aún puedo serte útil, porque te puedo ayudar.

Pueden orar los que no creen

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Es cierto que la oración para ser auténtica y cristiana tiene que nacer de la experiencia de la fe. ¿Y los que no creen? ¿Pueden también ellos orar?

No siempre la negación racional de Dios coincide con los sentimientos profundos del corazón. Cuando se le pregunta a un ateo si él ora, entra en cierta conflictividad consigo mismo porque se topa con sentimientos encontrados. Hay demasiados momentos en sus vidas en los que sienten un grito dentro de su corazón a alguien que ellos denominan “alguien desconocido”, “alguien que no sabemos quién es”. O como se expresaba Simone Weil en Cuaderno IV: “Rezar a Dios, no solo en secreto respecto de los hombres, sino pensando que Dios no existe”.

¿Qué sentido tiene rezar a Dios si Dios no existe? Entonces, en el fondo del ser se escucha una voz secreta que dice: “Por si existes”. No sé si existe Dios, pero en caso de que existiese, aunque yo no creo que exista, acudo a él. Un ateo confesaba en una conferencia que él no creía, pero que siempre le quedaba la duda. Su ateísmo quería ser reafirmado por su inteligencia, pero sentía que siempre quedaba una rendija ahí dentro que le creaba sus inseguridades.

Por eso, si bien la oración es la expresión profunda de la fe en Dios, también puede darse esa otra oración de “por si existiese, a pesar de mi ateísmo”. De ahí que, la oración no es privilegio solo de los creyentes, también es el derecho de los que no creen. Reconozcamos que también los ateos oran. Muchos, a través de esa oración “pensando que Dios no existe”, terminan cayendo en las manos de la fe.

Si tienes alguien a tu lado que dice “ser ateo” ora con él. Ora al Dios en quien no cree, pero por si tal vez existiese, que Dios también escucha esa oración.

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