Hoja Parroquial

Domingo 5 – A | Sal y luz del mundo

Domingo, 5 de febrero del 2023

Luces que alumbren

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Jesús viene a anunciar un Reino misterioso, pero no invisible. Un Reino sin exhibicionismos, pero que sí se vea. Jesús nos anuncia un Evangelio, buena noticia por parte de Dios, no lo cacarea ni lo vocea en las plazas. Tampoco se trata de un Evangelio secreto, sólo para iniciados o para los del club.

Por eso, desde un comienzo, nos habla de que “nosotros somos la sal de la tierra” y “la luz del mundo”.

“Sal” que da nuevo estilo y sabor a la vida.

“Luz” que se deja ver y además alumbra para que otros también puedan ver.

La verdad no es para esconderla. La verdad es para anunciarla. Lo bueno no es para callarlo. Lo bueno es para compartirlo.

Jesús encendió las velas de nuestras vidas. Pero es a nosotros que nos toca mantenerlas encendidas. El pone la luz en nuestras vidas. Y a nosotros nos corresponde alumbrar al resto.

Se cuenta de un ciego que, en una noche de invierno, una noche oscura, se le ocurrió encender una linterna. Mientras iba de camino, un amigo suyo le pregunta: “¡Pero para qué llevas esa linterna encendida si tú eres ciego y no te sirve de nada!”. “A mí no, pero a ti sí. Sin la luz de mi linterna tú andarías mal para caminar en medio de esta oscuridad”.

Cuando Jesús quería manifestarse hacía milagros, que Juan los llama “signos”. Es posible que nosotros no podamos “hacer muchos milagros”, pero sí podemos hacer muchos signos. Lo que Jesús quiere es eso: que seamos signos, señales que marquen y señalen el camino a los demás.

Es preciso ser luz, lámpara que alumbre. Pero las lámparas alumbran en la medida en que están iluminadas por dentro, alumbran hacia fuera, porque están iluminadas por dentro. Primero, necesitamos esa luz interior que nos alumbre interiormente y que luego nuestra vida irradie esa luz de dentro. No es nuestro cuerpo el que alumbra, sino la vida. No es nuestro terno el que ilumina, sino la luz que arde en nuestro corazón.

Alumbramos a Dios cuando dentro brilla la luz de Dios. Somos signos de Dios cuando dentro de nosotros Dios es nuestra realidad.

Ya no miran al faro

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Durante siglos, la Iglesia ha sido siempre como un faro al que todos miraban para orientarse en su navegación por la vida. Hoy la historia quiere prescindir de ese faro. La sociedad está tomando decisiones que distan mucho del sentir y pensar de la Iglesia. Todos dicen respetarla, pero que ellos se deben a sus electores, se deben a la sociedad.

Esto, claro está, a quien hemos vivido la otra experiencia de Iglesia puede chocarnos. Uno se pregunta: “¿Adónde va la sociedad?”. “¿Adónde debe apuntar la Iglesia?”. “¿Significa esto un debilitamiento de la Iglesia?”. La respuesta no es fácil. Ciertamente Iglesia y sociedad civil deben repensar sus propios roles y la propia misión.

En todo caso, algo sí queda claro. El cristiano de la actualidad ya no va a poder contar con los apoyos que antes les venían de la misma sociedad. Esto es claro. Lo cual implica también para la Iglesia un nuevo reto. Ya no podrá contar con ese ambiente de cristianismo y menos aún con “cristianos masa”: “Creo porque creen los demás”. Y esto significa un cambio de evangelización y de catequización. Lo cual, lo siento como bueno porque nos exigirá a los cristianos una fe mucho más personalizada. Una fe mejor conocida, más profundizada y de una mayor vivencia.

El cristiano actual tendrá que ser un cristiano desde dentro, más que desde afuera. Tendrá que ser un cristiano que profundice más el conocimiento de la Palabra de Dios y que viva de una fe mucho más conocida y que no espere “a tiempos mejores”. Los mejores tiempos para la fe son aquellos que nos toca vivir. Ya no bastará la fe del carbonero o de “lo dijo el Padrecito”, tendrá que ser una fe asimilada. ¿Estaremos preparados para este nuevo estilo de vivir la fe?

Los caminos

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Los caminos llanos. No requieren esfuerzo.
Pero si son largos, también cansan.
Los caminos cuesta arriba. Son empinados.
Pero cuanto más avanzas se respira mejor aire.
Los caminos cortos. Se andan antes.
Pero nunca llevan lejos.
Los caminos largos. Son más cansados.
Pero nos hacen cambiar de ambiente.
Los caminos cuesta abajo. Son más fáciles de andar.
Pero llevan siempre a la rutina.
Los caminos empedrados. Tienen obstáculos.
Pero prueban nuestra constancia.
Los caminos asfaltados. Son más suaves.
Pero tienen poco de novedad.

Ya ves, los caminos de la vida son muchos.
Ninguno es igual al otro.
Pero tampoco nos llevan a las mismas metas.
Hay también otros caminos que no figuran en el mapa.
Y que son auténticos caminos.

El camino de la vulgaridad. Ese no lleva a ninguna parte.
Se queda en tu pereza.
El camino del esfuerzo. Ese puede llevar a cualquier lugar.
El camino de ser como todos. Ese te deja siempre en el montón del anonimato.
El camino de la ilusión. Ese siempre descubre metas nuevas.
El camino de la gracia. Ese es un camino compartido con Dios.
El camino del pecado. Ese es un camino que siempre lo andamos a escondidas.
El camino de la santidad. Ese es un camino que sólo los grandes espíritus conocen.

Haz ahora el mapa de tus caminos. En él podrás darte cuenta muy bien a dónde vas y dónde estás. (C.S.)

Asociación Protectora de los Hombres (2)

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Declaramos y nos comprometernos a defender:
La dignidad de todas y cada una de las personas.
La buena reputación de todos.
No difundir chismes que dejen mal a los demás.

Declaramos y nos comprometernos:
A que nadie maltrate a los niños.
A que nadie maltrate a los ancianos.
A que nadie maltrate a los empleados.
A que ningún marido maltrate a su esposa.
A que ninguna esposa maltrate a su marido.
A que ningún hijo maltrate a sus padres.

Declaramos y nos comprometemos:
A que todo hombre y mujer puedan llevar una vida digna.
A que todo hombre y mujer puedan vivir con alegría.
A que todo hombre y mujer puedan vivir sin angustia.

Declaramos y nos comprometemos:
A que delante de nosotros no se hable mal de nadie.
A que en nuestra presencia se hable bien de todos.
A que delante de nosotros se disculpe a todos.
A que delante de nosotros se alabe lo bueno de los demás.

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