Hoja Parroquial

Domingo 13 – A | Seguir a Jesús

Domingo, 2 de julio del 2023

A propósito de Pedro y Pablo

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Estaba pensando en “Pedro Picapiedra” y su amigo Pablo, pero resulta que aquí las figuras se cambian. En la serie televisiva Pedro es el atrevido, el valiente, el que no ve dificultades por ninguna parte, en tanto que Pablo es el hombre más tranquilo, más sereno. Mientras que las figuras de San Pedro y San Pablo son un poco al revés. Pablo es el hombre intrépido que no teme a los riesgos y a las aventuras misioneras del Evangelio. En cambio, Pedro es el hombre más tranquilo, más conciliador y también más tímido, por más que mientras acompañaba a Jesús por los caminos de Palestina, era el más lanzado. Es posible que su dolorosa experiencia de las negaciones le haya servido de enseñanza para moderar sus propios ímpetus.

Ambas figuras son diferentes, pero las dos son necesarias. Pedro confiesa fundamentalmente a los judíos de Roma, mientras que Pablo es el hombre que abre caminos por toda la gentilidad y funda comunidades cristianos entre los paganos.

Pablo es el intelectual. Pedro el hombre de gobierno. Ambos distintos, pero los dos, por distintos caminos, construyendo la misma Iglesia.

Bello símbolo de la naturaleza misma de la Iglesia. Pedro como el centro de referencia de la unidad de la Iglesia en la sede de Roma. Pablo el hombre inquieto que vive por los caminos del mundo anunciando el Evangelio, es decir, la Iglesia misionera. Por eso, puede decir de sí mismo: “He combatido bien mi combate, he corrido hasta la meta, he mantenido mi fe. El Señor me ayudó y me dio fuerzas para anunciar íntegro el mensaje, de modo que lo oyeran todos los gentiles.”

La Iglesia es una sola. Jesús no fundó varias Iglesias. Pero siendo una sola es distinta, a la vez, en sus expresiones y en sus riquezas espirituales. Pablo es el hombre abierto a todos los carismas posibles que el Espíritu Santo suscita en la Iglesia, pero, a la vez, es el hombre de la unidad de la Iglesia en un solo cuerpo, cuya cabeza es Cristo, y para quien por encima de todos los carismas estará siempre el amor y la caridad.

La unidad significa comunión, no uniformidad. La unidad significa comunidad, no dispersión. La pluralidad de carismas está siempre al servicio del “bien común”. Unidad y pluralidad son frutos del mismo Espíritu. El que nos hace diferentes, nos hace también comunión y comunidad. Tan mala puede ser la división como la uniformidad.

Vidas y caminos diferentes

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Las vidas de Pedro y Pablo aparecen como prototipos de los caminos de Dios sobre cada uno de los hombres.

Jesús llama a los dos, pero por caminos diferentes. A uno mientras lava las redes en el Lago. A otro, mientras va de camino a Damasco persiguiendo a los cristianos. Ninguno de los dos estaba preparado para ser llamado. Ninguno de los dos pensó que su futuro pudiera ser el Evangelio.

Lo cual nos está diciendo a las claras que los caminos de Dios son muchos. Los caminos de la gracia son misteriosos y las posibilidades de respuesta de cada hombre también son misteriosas. La gracia no es indiferente ni para el que está metido en sus negocios pensando en el pan de su familia, ni para el que está aferrado a la ley y se niega a la libertad cristiana del Evangelio.

Dios no espera a que estemos preparados. Dios puede irrumpir en nuestras vidas incluso cuando menos dispuestos y preparados estemos. Por eso, nadie puede decir que él ya está excluido de la gracia y de la llamada de Dios.

Posiblemente, Pedro era gente buena, pero sin mayores intereses espirituales. Pablo, sicológicamente, estaba en un momento en el que no sé si alguien de nosotros se atrevería a ofrecerle el Evangelio, pero cuando Dios decide meterse dentro de nosotros, todo cambia. El punto de partida de Pedro digamos que es de un hombre bueno. El punto de partida de Pablo podemos decir que era un hombre malo y hasta rabioso contra el Evangelio. Sin embargo, Dios llama a los dos y los dos terminan testimoniando su fe con la propia vida. Pedro y Pablo anduvieron por caminos tan diversos, pero los dos terminaron por confesar su fe en Roma.

Yo amo a mi Iglesia

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¿Que mi Iglesia tiene defectos? Claro, tiene todos los míos.
¿Que la Iglesia es pecadora? Claro, tiene todos los míos.
¿Que la Iglesia tiene un rostro feo? Tiene la fealdad de mi vida.

Sin embargo, yo amo a mi Iglesia:
Como amo también a mi madre, que ya tiene muchas arrugas.
Como amo también a mi madre, que siempre es lo buena que tenía que ser.
Como amo también a mi madre, aunque la pobre sea viejecita.

¿Alguien se fija en las arrugas del rostro de su madre?
¿Alguien por eso la ama menos?
¿Alguien abandona a su madre porque no es la más bonita?
¿Alguien abandona a su madre porque tiene defectos?
¿Alguien deja de amar a su madre por no ser una Miss?

Por eso yo sigo amando a mi Iglesia:
Sencillamente porque es mi madre.
Y la quiero como es.
Y la amo como es.
Y me siento a gusto en ella como es.
Yo sigo amando a mi madre, aunque tenga un hijo anormal.
Yo sigo amando a mi madre, aunque tenga un hijo drogadicto.
Yo sigo amando a mi madre, aunque tenga un hijo alcohólico.

Yo sigo amando a mi madre la Iglesia:
Aunque tenga hijos pecadores.
Aunque tenga sacerdotes pecadores.
Aunque tenga obispos pecadores.
Aunque tenga seglares pecadores.

Porque, a pesar de todo, ella es mi madre.
Ella me engendró en el Bautismo.
Ella me alimenta con la Palabra.
Ella me alimenta con la Eucaristía. Ella no me excluye de su seno a pesar de todo.

Lo que se da

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Lo que se da no se pierde.
El pan que se da no se endurece.
El agua que se da no se pudre.

El tiempo que se da no se hace aburrimiento.
El saludo que se da se conserva vivo durante el día.
La sonrisa que se da, nunca se borra de los labios.
La alegría que se da, nunca se apaga.
La vida que se da nunca muere.

El pan que no comes y no das, se endurece.
El agua que no bebes y no das, se corrompe.
La sonrisa que no das, endurece tus labios.
La alegría que no das, se muere en tu corazón.
El perdón que no das, termina envenenando tu espíritu.

Ayer me fijé en los pedazos de pan que quedaban en la mesa.
¿A dónde irán a parar?
Ayer me fijé en la cantidad de comida que sobraba.
¿A dónde irá a parar? ¿Al tacho de la basura?
¡Tanto tacho lleno y tanto estómago vacío!

Lo confieso: “No me entiendo a mí mismo”.

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