Hoja Parroquial

Domingo 23 – C | Seguir a Jesús

Domingo, 4 de setiembre del 2022

El seguimiento de Jesús

seguir a Jesús

Alguien escribió que “muchos solo piensan en los comienzos, pero no se fijan en el final”. Dicho de otra manera: “muchos son los que comienzan, pero demasiados los que se quedan a medio camino”. En Lima, hay demasiados edificios comenzamos y jamás terminados.

En el camino del seguimiento, son muchos los que comienzan, pero se cansan y terminan sentados víctimas del abandono. Cuando se celebran las grandes carreras de ciclismo, acontece mucho esto. Comenzaron la carrera tantos, y luego leemos que “tantos han abandonado”.Sencillamente no tuvieron fuerzas para seguir adelante.

En el seguimiento de Jesús, ¿no sucede algo parecido? Son muchos los que comenzaron recibiendo el Bautismo, pero luego son también muchos los que se van descolgando, se van quedando o, simplemente, se declaran fuera de competencia.

Esto ya lo preveía Jesús. También Él era consciente de que muchos se entusiasmaban en un comienzo, pero cuando llegaba el momento de las grandes decisiones, un gran número se echaba atrás. Los mismos discípulos se vieron involucrados en estas situaciones. “¿También vosotros queréis marcharos?”.

No bastan los entusiasmos primeros, se necesita tener capacidad de continuidad, se necesita de la constancia y coherencia frente a los retos y desafíos. De ahí que Jesús mismo nos ponga de sobre aviso: “Antes de levantar una torre calcula si tienes para terminarla. No seas de los que la dejas a medias”. “Si vas a dar una batalla, mira bien con cuántos dispones. No sea que el otro tenga más y te obligue a un pacto de paz”.

Es fácil comenzar a creer de niño. ¿Eres capaz de asumir las consecuencias de tu fe, luego cuando seas adulto? Hay demasiados cristianos que se han quedado a mitad del camino. Hay demasiados creyentes, hasta que se vieron confrontados con las verdaderas exigencias de la fe. Jesús quiere creyentes que lleguen hasta el final, aunque el final pueda ser una Cruz. De Él dirá Pablo: “Hecho obediente hasta la muerte y una muerte de Cruz”. No basta comenzar, hay que llegar al final. No basta la fe del niño, hay que vivir la coherencia de la fe también cuando la vida duele.

Son lindos los comienzos, pero más lindo y maravilloso es llegar a la meta. El triunfo no está en comenzar. El triunfo sólo se celebran al final del camino.

“Renunciar al padre, a la madre, a los hermanos”

renunciar a la familia

Con frecuencia, Jesús da la impresión de ser un poco andaluz. Nos presenta unas imágenes que uno se siente tentado a pensar que carece de los sentimientos humanos. Y no es cierto. Utiliza precisamente esas imágenes para despertar mejor los verdaderos valores del reino. En realidad, en ningún momento nos pide a los creyentes renunciemos al amor y al cariño de los padres y de la familia. Lo que sí nos quiere decir, que la fe y el seguimiento nos señalan una escala distinta de valores. Dios como valor supremo. El Reino como valor supremo.

Esto debiera marcar también el camino de los casados. Con frecuencia, se casan y siguen más vinculados al tronco que origen que el nuevo núcleo familiar. Viven pensando más en la “mamita” que en la “esposa”. Viven más preocupados por los problemas de sus hermanos que por los problemas del marido o de la esposa.

No se puede construir lo nuevo si no se renuncia a lo viejo.

No se puede ser viejo y joven a la vez.

No se puede seguir metido en el anterior hogar y creer que estamos creando uno nuevo.

No en vano, cuando se casan escuchan el Evangelio que dice: “dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su esposa y serán los dos una sola carne”. Demasiados maridos y esposas no han cambiado de carne. Siguen más vinculados a “la carne” que dejaron que a la “nueva carne” que asumieron.

Para un buen matrimonio y una buena familia se necesita la madurez suficiente para marcar distancias entre la anterior familia y la nueva, se requiere “renuncia al pasado”.Mientras no se arranquen las viejas raíces no pueden brotar las nuevas.

Callar puede ser pecado

el pecado del silencio

Hablar cuando no se debe, puede ser pecado.
Pero callar cuando habría que hablar, también.

Hay silencios que son vida.
Hay silencios que son encuentros con uno mismo.
Hay silencios que son encuentros con Dios.
Hay silencios que son escucha de los demás.

Pero,
Hay silencios que son culpables.
Hay silencios que son responsables.
Hay silencios para no comprometernos.
Hay silencios para dejar pasar las cosas.
Hay silencios que nos hacen solidarios.

Es preciso situarnos en el momento:
Hay momentos en los que mejor es callar,
para no encender más el fuego.
Hay momentos en los que, callar
nos hace cómplices.

No puedo guardar silencio, cuando se trata de confesar mi fe.
No puedo guardar silencio, cuando debo confesar la verdad.
No puedo guardar silencio, cuando debo descubrir la mentira.
No puedo guardar silencio, cuando debo salvar tu verdad.
No puedo guardar silencio, cuando debo salvar al inocente.
No puedo guardar silencio, cuando tu honor está de por medio.

Es bueno el silencio del que no se defiende contra la mentira.
Es bueno el silencio del que no quiere el enfado.

Hablar es bueno, callar también.
Todo depende del momento en el que hablas o callas.

Pero yo…

Dios te ama

El sol te acepta como semilla, pero te quiere árbol.

El jardín te ama como semilla, pero te quiere como flor.

Los padres te aman como niño, pero te quieren ver adulto.

El novio te quiere como novia, pero te quiere como esposa.

La primavera te ama como flor, pero te quiere como fruto.

El pajarito mira el nido: “me gustáis como recién nacidos,

pero os quiero ver volando”.

¿Y Dios?
Te ama como criatura, pero te quiere como hijo.
Te ama como pecador, pero te quiere lleno de gracia.
Te ama como lo que eres, pero te quiere santo.
Te ama con tus debilidades, pero te quiere fuerte.
Te ama cuando caes, pero te quiere ver levantado.
Te ama con tus inseguridades, pero te quiere valiente.
Te ama con tus dudas, pero te quiere seguro.

Por eso, mi vida camina siempre entre el amor que me ama como soy y el corazón de Dios que siempre quiere y espera más de mí.

Por eso la pregunta esencial hoy para mí será: ¿y qué quieres hoy de mí?

Y mi oración y petición tendrá que ser:
“El Señor completará sus favores conmigo”.
“No abandones la obra de tus manos”. (Salmo 137)

Y mi pensamiento:
“Dios me ama como soy, pero me sueña mejor de lo que soy”.

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