Hoja Parroquial

Domingo 18 – B | Transfiguraciones de Dios

Domingo, 1° de agosto del 2021

Las transfiguraciones de Dios

transfiguración de Jesús

La vida de Jesús, y digamos también la realidad de Dios con nosotros, se mueve sobre dos ejes centrales: Encarnación y Transfiguración. Dicho de una manera más sencilla: esconder-ocultar y manifestar o revelar.

La Encarnación: es el proceso de abajamiento de Dios encarnándose en nuestra condición humana. Proceso de ocultamiento. Proceso de estar sin dejarse ver.

La Transfiguración: es el proceso mediante el cual Jesús nos va manifestando la verdad escondida. Nos va revelando aquello que se oculta detrás de los velos de lo humano.

Este proceso de ocultamiento y de manifestación responde al modo de ser y actuar de Dios y también a nuestras posibilidades humanas. Dios siempre será el invisible. Pablo dirá con franqueza que “a Dios no le ha visto nadie”. De Dios solo sabemos aquello que Él mismo nos quiere decir de sí mismo.

A lo largo de la historia de la revelación tiene momentos en los que pareciera que está escondido, que no tiene rostro, que no tiene presencia. Hay momentos, en los que la presencia de Dios se hace más visible a través de sus gestos salvíficos.

En Navidad, nosotros celebramos el ocultarse de Dios en un niño. El rebajarse de Dios a la condición humana. En su Transfiguración, Jesús como que desabrocha los botones que lo ocultan y deja la luz encerrada dentro ilumine por unos instantes el ambiente. Hoy celebramos uno de esos momentos en los que Jesús deja que tres de los suyos puedan contemplar la belleza interior de su corazón, deja ver aquello que su humanidad esconde.

Lo cual nos está diciendo que nuestro quehacer de cristianos es entrar en ese interior profundo donde encontrarnos con toda su verdad. Eso sólo será posible para aquellos que son capaces de hacer un silencio y espacio en sus vidas para contemplarle. Para eso los sacó del llano y los llevó consigo a una montaña alta para orar. La oración es la única puerta que nosotros disponemos para que Él se nos revele y manifieste. Sólo quien ora tendrá la posibilidad de ver a Dios por dentro, quien no ora, sólo podrá conocerlo por fuera. Orar es entrar en comunión con la intimidad de Dios y Dios con la intimidad del hombre.

Las otras transfiguraciones

transfiguraciones de Jesús

En mi visita al Monte Tabor, una de las cosas que más me impresionó fue el mosaico que hacía de ábside a la capilla de la Transfiguración, la Eucaristía, la Iglesia, los sacramentos, los hombres. El guía que nos acompañaba las llamaba “las otras transfiguraciones”. Porque:

La Eucaristía: es encarnación que esconde y oculta la presencia de Jesús, pero también es el lugar donde se nos revela, se nos manifiesta próximo a nosotros. Vemos un pedazo de pan y sabemos que es el “cuerpo entregado”. Vemos pan, y sabemos que es “su carne”.

La Iglesia: es la encarnación que esconde y oculta la presencia mística de Jesús. Vemos hombres; sin embargo, es sacramento de salvación. Vemos autoridades, que incluso puede que no siempre nos caigan bien, y sabemos que son los continuadores de la misión de Jesús en la historia. Vemos pecadores; sin embargo, reconocemos y confesamos “crea en la Iglesia santa”.

Nos confesamos: cada uno revestido de sus debilidades y flaquezas. Un confesor, igualmente pecador entre los pecadores. Sin embargo, estamos celebrando el sacramento de la misericordia divina, el sacramento del amor crucificado de Dios.

Los hombres: salimos a la calle y todos vemos hombres y mujeres, cada uno con su propio rostro. En cada uno de ellos hay “un hijo de Dios”. Como decía un amigo mío, “vemos cuñados y primos y resulta que son hermanos”. Vemos gente que no nos cae bien y son hijos del Padre. Ocultamiento y revelación.

Tú mismo: Son muchos los que creen conocerte y sólo conocen tu cáscara, porque tu verdad está mucho más adentro. Tu verdadero yo, no el de la exportación, lo llevas ahí dentro. ¿Cuántos conocen esa tu verdad?

Falsas transfiguraciones

transfiguraciones

Claro, también existe falsas transfiguraciones. En Dios, primero se da el ocultamiento de su verdad, luego su desvelamiento. Con frecuencia, todos estamos tentados de vivir transfigurados al revés.

Por fuera: somos maravillosos.
Pero, ¿nos hemos visto en la realidad de lo que somos por dentro?

Por fuera: somos felices. Ponemos cara de fiesta.
Pero, ¡cuántas penas escondemos allá dentro!

Por fuera: hablamos de verdad, sinceridad.
Pero, ¿te has dado cuenta del engaño y de la mentira que escondes?

Por fuera: damos la impresión de gran honradez.
Pero, ¿hemos descubierto la falsedad que nos llena dentro?

Puede que nosotros estemos viviendo una constante transfiguración de apariencia.
Una transfiguración que esconde demasiadas sombras, demasiados engaños y mentiras.
Jesús nos revela lo maravilloso de su ser.

Pudiera que estemos escondiendo esa verdad detrás de falsas apariencias.
Nadie se haga juez de nadie.
Cada uno mire su corazón.

El poder de tranfiguración de los ojos

los ojos

Todo termina siendo tal y como los ojos lo ven.
Veo a muchos pobres.
Y me sorprende que sean capaces de sonreír.
Veo a una pareja que discute.
Y siento que pueden sentarse y dialogar.
Veo a alguien con sus muletas.
Y pienso ¡qué fortaleza de espíritu!
Veo a un anciano.
Y me pregunto ¡cuánta historia en su vida!
Veo a alguien que me pide limosna.
Y me digo: Prefiere la humildad de pedir a no robar.
Veo a un enfermo.
Y me sorprende la serenidad con que lleva su enfermedad.
Veo a dos enamorados.
Y me digo ¡qué lindo es el amor!
Veo a un pecador.
Y me brota del alma: ¡Y aún puede ser santo!

Todo es cuestión de ver las cosas con otros ojos.
Todo es cuestión de traspasar la realidad y ver la verdad que hay al otro lado.

¿No son así los ojos de Dios cuando te mira a ti y a mí?
No se fija tanto en lo que eres sino en lo que puedes ser.
¿Cambiamos nuestros ojos por los de Dios?

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